miércoles, 8 de febrero de 2017

LA LEYENDA DEL ETERNO ERRANTE




Uno de los primeros artículos que leí de Versión Original fue hace dos años en el número dedicado a la sonrisa. Pablo Segovia hablaba sobre Mouchette, una de las joyas que Robert Bresson nos legó. Lo primero que pensé es que era difícil relacionar a tal personaje con una acción como la de sonreír, ya que más bien es una figura embargada por la tristeza antes que con la alegría. Pero inmediatamente me di cuenta de que hablar sobre algo es también hablar sobre su contrario. Las fuerzas de la Naturaleza siempre tienden a emparentarse con su contrario porque de la unión de ambas consta la propia existencia: vida y muerte, placer y dolor, ruido y silencio, masa y vacío… Es una visión netamente oriental, una idea que Lao-Tsé ya se encargó hace muchos siglos de establecer en palabras cognoscibles.

Por lo tanto, podemos hablar de “casas” en el cine sin que éstas aparezcan en el fotograma. Es decir, podemos tratar este tema como una visión sobre aquellos seres que viven sin un domicilio fijo, sin un hogar permanente, haciendo su casa de aquellos parajes y lugares por los que pasan. Nos referimos a todos aquellos vagabundos, cosmopolitas y/o exiliados que han perdido sus raíces y no han arraigado en ninguna parte, convirtiéndose en eternos errantes, encontrando su sitio allí donde alguien se convierte en su amigo.

En Star Wars la acción se sitúa, como todos sabemos, en el espacio interestelar. Este escenario es un mero lugar de tránsito, un espacio en el que aparentemente poco sucede en comparación con la densa trama que se forja en la superficie de los planetas, donde verdaderamente discurre la acción. Sin embargo, no son demasiadas las ocasiones en las que vemos a los protagonistas de la saga desarrollando su vida privada en una casa, en lo que podríamos considerar su hogar. Y mucho menos en la trilogía original, donde la acción de los personajes nos suelen trasladar de un lugar a otro a un ritmo que a veces resulta vertiginoso.


A pesar de lo dicho antes, hay momentos en los que vemos a los protagonistas en sus casas. De la comparativa entre éstas podemos deducir aspectos de su personalidad y su situación dentro del argumento, de dónde vienen y hacia dónde van. El Palacio de Naboo, residencia de la Reina Amidala, es un suntuoso y majestuoso edificio gubernamental, sede de una democracia consolidada. Sus pasillos y estancias cubiertas de mármol y materiales preciosos nos dan una perspectiva, no de quién es, sino de dónde proviene, de su infancia y de su educación. Cuando Anakin Skywalker sea encargado en El ataque de los clones de proteger y custodiar a la senadora Padmé Amidala a su planeta de origen para ocultarse de aquellos que están intentando eliminarla, asistiremos al regreso al hogar donde se crió esta bella e inteligente política. El sosiego y la belleza de ese entorno nos anuncia lo pacífico y la nobleza de sus intenciones y objetivos, ya que parece ser que no podría ser de otra manera, que su filosofía debe estar en consonancia con aquello que la ha rodeado durante su educación.

Es, por lo tanto, que por comparación presumimos que el futuro de Anakin está determinado por todo lo contrario: lo agreste y árido del entorno donde nació parece tener un peso tan tremendo en él que, desde el principio, sospechamos que el final de ese inocente niño tendrá un terrible final. Las casas en las que los esclavos viven en Tatooine en La amenaza fantasma nos remiten por su aspecto a cuevas habitadas por cavernícolas, por gente primitiva y sin cultura. Allí donde se cree que no puede haber un hálito de esperanza surge este niño con sus portentosos poderes y su predisposición para ayudar a nuestros héroes. Su entrega y solidaridad no se corresponden con el ambiente que le rodea, por lo cual su acción cobra un mayor peso dramático.


Del mismo remoto lugar también surge Luke Skywalker, su hijo perdido. Precisamente por ser el lugar de origen de Anakin/ Darth Vader y por considerar que lo doloroso con su pasado pesará demasiado en el villano como para no buscar allí a su vástago. El joven Luke crecerá también, como su progenitor, en un ambiente hostil en cuanto a la climatología (extrema aridez) y a las amenazas (los piratas tusken, los moradores de las arenas). Pero el drama de Luke no es comparable al del niño Anakin, ya que este último fue rescatado de su situación de esclavitud cuando era un niño, y sin embargo el héroe de la trilogía original permanece encerrado siendo ya un adolescente, esa etapa de la vida en la que más ardientemente surgen los anhelos de aventura, de escapar de la rutina y llevar a la práctica aquellos que se ha aprendido. Por ello su hogar, esa casa con la misma apariencia que aquella en la que vivía Anakin, tiene para él una apariencia de prisión mayor de la que tenía para su padre cuando era un niño, ya que aquel soportaba estoicamente su condición de esclavo al no haber conocido otra situación vital desde que nació. La trágica muerte de sus tíos Owen y Beru es lo que le catapulta más allá de la granja de humedad en la que ha estado encerrado, proyectándose su futuro fuera de la pesada atmósfera de Tatooine de la mano de sus improvisados y nuevos compañeros de aventuras.

Aparte de otras presencias de casas y de edificios donde se ve el discurrir de la vida, como las que aparecen en Coruscant (fundamentalmente las estancias donde vive la senadora Amidala, el despacho del canciller Palpatine o los distintos lugares donde discurre la vida de los jedi), en Kamino (la habitación donde vive Jango Fett y su hijo Bobba), en Tatooine (la morada del gangster Jabba the Hutt) o en Vespin (la base minera de gas donde vive Lando Calrisian), una de las casas que más relevancia puede tener es la morada final en la que Yoda se refugia en su exilio. Indigno lugar de retiro para un ser que ha estado en el punto más alto del que pudiera ser considerado el centro del universo (simbólica y físicamente: el consejo jedi se reúne en el extremo de una altísima torre en Coruscant, centro neurálgico de la galaxia, ocupando Yoda el centro de todas las reuniones), ese hogar construido con barro se integra perfectamente en el paisaje de Dagobah. El entorno nutre de materiales para elaborar una vivienda que se funde con aquello que lo rodea, formando un equilibrio con la naturaleza, donde no hay espacio para los aditamentos, los ornamentos o la sofisticación: cada elemento cumple un papel específico dentro de una economía de subsistencia y funcionalidad, expresando tajantemente el carácter de su propietario (humildad, sobriedad, etc.).


Este tipo de viviendas aparecerán recurrentemente a lo largo de toda la saga, indicando con su presencia al mismo tiempo el principio y el fin de algo, el nacimiento y la muerte de distintos estados. Podríamos mencionar los hogares de los ewoks en la copa de los árboles, dese donde se gesta al final del Imperio en una batalla épica con visos de fracasar (es abrumadora la diferencia de tamaño entre los adorables «ositos» y los stormtroopers, así como entre sus respectivas tecnologías). También en los árboles están las casas de los wookies, produciéndose en el planeta Kashyyyk una de las más duras derrotas de la República, anunciándose la inminente victoria del nuevo régimen dictatorial. Asimismo, las tiendas de los moradores de las arenas (también conocidos como los piratas tusken) responden a este mismo modelo de hogares espartanos realizados con elementos naturales, y su disposición en el argumento de Star Wars tiene una importancia vital: emplazados en Tatooine, son observadores privilegiados del crecimiento de Luke Skywalker (aquel que destruirá la primera Estrella de la Muerte con su gesta individual, para después derrotar al Imperio en su conjunto), así como del nacimiento de su padre, Anakin, quien en su regreso a su planeta de origen, y llevado de una rabia incontenible, masacrará uno de estos campamentos, anunciando la inminente muerte de su persona, renacido en el cuerpo robótico de Darth Vader.

Las viviendas tusken nos permiten, además, adentrarnos en un territorio muy abundante en el universo de Star Wars, pues su carácter temporal nos lleva a tratar el tema del nomadismo y el hogar improvisado, recurrente en muchos de sus personajes. En un espacio galáctico donde las distancias entre planetas es enorme, es lógico que muchos de los seres que lo habitan tengan que llevar su casa a cuestas, como si de un caracol se tratase. Ya desde sus primeros fotogramas, Star Wars se nutre de comunidades que se desplazan con todos sus enseres y posesiones: los pequeños jawas recorren los desiertos de Tatooine dentro de un enorme transporte que contiene ingentes cantidades de chatarra (un verdadero tesoro para ellos), los rebeldes se establecen momentáneamente en bases militares de carácter transicional (como la Base Echo en Hoth), etc. Pero el personaje que mejor define este carácter ambulante, y al que le dedicamos este artículo por hacerse merecedor del título de «el eterno errante», es sin duda Han Solo.


Ya desde su mismo nombre se nos indica una cualidad intrínseca a su persona, sobre todo para los hispanoparlantes: «solo» hace referencia a su carácter individual, a su desapego hacia otras personas, a su deseo de ser libre, sin ataduras. Su hogar es cualquier punto de la galaxia, y lo más parecido a una casa es su nave, la mítica «el Halcón Milenario», vehículo de contrabando que, como la furgoneta de cualquier repartidor de mensajería, no dispone de decoración alguna, y la única distracción a bordo es ese fantástico tablero de ajedrez holográfico. Con la única compañía de su fiel amigo y socio Chewbacca, recorre el universo en busca de aventuras y créditos fáciles, sin referentes emocionales o morales que le lastren en sus oscuros negocios. Es en ese punto en el que entra en contacto con aquellos que harán que su vida gire 180˚, encontrándose con lo más parecido a una familia y unos ideales por los que trabajar, abandonando su egoísmo y su cinismo por la vida.
 
En dirección opuesta encontramos a Anakin Skywalker, que será arrancado de su hogar en tatooine para vagar permanentemente por la galaxia. Desaprovechará su oportunidad de fundar una familia, condenado a vagar sin rumbo fijo ni hogar al que fijar su vida. La suya es la maldición de los que no encuentran su sitio, dominados por la paranoia que transmite el miedo: el terror que le provoca perder aquello que ama le convertirá en un monstruo por dentro y por fuera, atemorizando a los habitantes del universo entero con su personaje de Darth Vader. He aquí una de las más valiosas lecciones de Star Wars: el odio no lleva a ninguna parte, permaneciendo sus habitantes perdidos en la oscuridad y la nada.

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